Por Daniel Vargas | dvargas@revistalevelup.com

Nostalgia en capas. “An old man’s Journey”, traducido como “El viaje de un anciano”, es un juego estilo “point and click” del estudio “Broken Rules”, un pequeño estudio joven y ambicioso de Viena, Austria. El juego, que ha sido ampliamente galardonado, cuenta la historia de… ¡adivinaron! El viaje de un anciano quien vive al lado de un lago o el mar, y quien después de recibir una carta de carácter urgente, decide tomar sus pertenencias más básicas y partir en busca de algo o alguien. Curiosamente decide caminar la mayoría de su travesía, cuando la carta parecía ser claramente de vida o muerte.


El juego intenta ser una de esas historias altamente emocionales, intenta conseguir que derramemos alguna lágrima o que se nos haga algún nudo en la garganta cuando nos enteramos del porqué vivía solo, o hacia donde iba y claro, al momento de llegar a su destino. Lo intenta, pero en opinión de su servidor, no lo hace. ¿El motivo? El juego se vuelve a los pocos minutos de jugarlo cansadamente repetitivo (nos tomó alrededor de 2.5 horas terminarlo). Además de esto, al personaje principal, y a ningún personaje, para esa gracia, se les da un nombre. Esto rompe cualquier acercamiento emocional que pudiéramos haber tenido con el mismo. Sigue siendo al final, “el abuelo”.



La principal y cuasi única mecánica del juego son las “capas”. Algunos juegos antes han hecho cosas similares; utilizar una perspectiva en la que uno deba alinear visualmente dos objetos en diferentes planos de profundidad para hacerlos uno solo o que interactúen entre sí de alguna manera. De igual forma, los escenarios del juego se componen de montañas o pequeños montes que, mientras no estemos posicionados sobre el mismo, podemos arrastrar de arriba abajo con el ratón de la computadora, hasta el punto que haga algún tipo de conexión con otra capa y así el abuelo pueda proseguir su camino. Esta mecánica se repite cuando el abuelo viaja en tren, bote y camión. En algunas oportunidades sí se varía levemente el mecanismo, pero no lo suficiente como para que se sienta fresco, o al menos, para que no aburra.



El juego sí tiene, sin embargo, cosas muy positivas: es un juego visualmente hermoso; su arte es sencillamente adorable y espectacular al mismo tiempo. Casi pareciera hecho a mano y nos da una idea de los parajes rurales de Austria. La música probablemente sea su punto más alto; se acopla perfectamente al juego y es magistralmente hermosa. Lo único fuera de tono es que, en la parte más triste del juego, la música alegre sigue sonando de fondo. “Chispazos”, supongo. Sus personajes son bien creados y siguiendo la misma línea artística del resto del juego. No son, sin embargo, memorables. Mayormente por el problema expuesto antes; no podemos identificar a ninguno por su nombre.



Algunos de los acertijos son muy buenos y podrían llegar a tomar varios minutos al punto de llegar a frustrarnos. Muchos de ellos son fácilmente resueltos pero otros no. Y no porque sean difíciles, sino que un mal diseño del juego los vuelve un dolor de cabeza, ya que no tienen necesariamente una lógica evidente. Sin embargo, no son un obstáculo que haga querer abandonar el juego.
Finalmente, ¿Vale la pena pagar por él? Por US$6.50, creo que sí. No es un juego largo ni con valor de “re-play”, pero por el precio, es una bonita historia que da gusto experimentar, aunque sea una vez. El mensaje final del juego sí vale la pena rescatarlo y a riesgo de que sea un pequeño spoiler, quiero comentarlo: no den por perdidas o abandonadas las relaciones con quienes aman. Especialmente si son familia.

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