Por Pablo Vargas | pvargas@revistalevelup.com.

He de confesar que soy el tipo de jugador que tiene ordenados sistemáticamente sus juegos por fecha de lanzamiento, para regresar a ellos en el mismo orden en que fueron saliendo y así afrontar los procesos de sequía de nuevos estrenos. Es la razón principal por la cual, siete años después y tras completar un backlog del 2013 con algunos cuantos títulos aún pendientes -Dragon Age: Inquisition no me mires así, tengo una vida y un trabajo que cumplir-, he terminado regresando a The Last of Us, -un título cuyas respectivas impresiones compartiría en su lanzamiento-, con el llano fin de verificar si el impacto transmitido en su momento podría repetirse en una segunda revisión.


¿Merecía todos los 10/10 que acaparó en su momento? A siete años de su lanzamiento, regresé a la versión original en PS3 y su expansión Left Behind en PS4 para desgranar a la que muchos consideran la obra cumbre de Naughty Dog, en este re-análisis o segunda revisión de The Last of Us desde un punto de vista más perceptivo y personal, por lo que advertimos de antemano que el siguiente texto estará cargado de spoilers de los momentos más críticos o emotivos que hayamos vivido en el juego, por lo que si aún no lo han disfrutado, recomendamos mantenerse lejos de la zona de spoilers a partir del siguiente título. Caso contrario, les invito cordialmente a revivir con nosotros lo mejor y lo peor de The Last of Us en nuestro re-análisis del juego. 

The Last of Us: la representación de lo más oscuro de la humanidad...


Al empezar nuevamente nuestra odisea por el post-apocalíptico mundo creado por Naughty Dog, cuya trama nos presenta la desgracia tras un parásito (el Cordyceps) -que afecta a insectos y anfibios más pequeños-, ha mutado y es ahora capaz de infectar al ser humano, produciendo una pandemia a escala mundial que provoca que el 60% de la población mundial sucumba ante la enfermedad. Con dicha premisa de antesala, tenía muy presente algunas de sus principales escenas emotivas del juego, especialmente aquellas que habían calado hasta los huesos, como un sistema de defensa predeterminado para evitar "quebrarme" en dichos momentos y ser lo más "profesional" posible.

No obstante, tras llegar al tramo final del prólogo fue imposible no quebrarse y maldecir a trece generaciones de sus desarrolladores por crear un título que refleja tan perfectamente el mundo que habitamos y en lo que se va a convertir nuestro entorno tras el inicio de la pandemia. Ya que si algo ha caracterizado a Naughty Dog es la compenetración de sus jugadores, con los personajes y lo que sucede frente a nuestros ojos -Uncharted 4: A Thief End es el más reciente ejemplo de la consagración de su estilo-, llegando a mostrar un nivel de madurez gradual que va creciendo con sus jugadores.


No obstante, si algún día es necesario enmarcar cuando la compañía norteamericana dejó de hacer entretenimiento de alta calidad para construir verdaderas obras de arte, hay que volver atrás en el tiempo y recordar a The Last of Us y lo sublime de su escena inicial. Porque a pesar de lo mucho que nos hayamos sufrido y emocionado con el final de Uncharted 2: Among Thieves, poco se asemeja a la carga emocional que trasmiten esos primeros doce minutos que preceden a los créditos iniciales de The Last of Us y en los que Joel recibe un reloj como regalo de cumpleaños por parte de su hija (Sara) antes de que todo cuanto conocen se vaya al demonio en un instante.

Porque nada, absolutamente nada, nos había preparado en la primera ronda de juego para asimilar el desconcierto y la desolación que procederán a invadir la escena, tras la serie de eventos aleatorios en los cuales toda la crudeza y maldad que reside dentro de la raza humana se ve estampado en esos 4 minutos finales en que los que vemos como fríamente un soldado que solo sigue ordenes de sus superiores deja atrás toda su integridad para disparar a quema ropa a un hombre y su hija, antes de que Joel suplique en vano al cielo para que no le arrebaté lo más preciado que tiene en su vida, mientras Sara agoniza y finalmente muere en sus brazos. Siete años después, y con toda la preparación psicológica previa a retomar el juego, no hay manera de lograrlo. Ojos llorosos. Fondo negro. Créditos iniciales. Bienvenidos a The Last of Us. Este es el mundo que ahora enfrentamos.


Y es precisamente lo que hoy quiero destacar en este re-análisis. Porque más allá de su adictiva jugabilidad, imponente apartado gráfico que no ha envejecido un gramo -a pesar de ser un lanzamiento de la anterior generación-, o la perfecta banda sonora de Gustavo Santaolla que impregna cada escena, The Last of Us es más que un juego de sobrevivencia; la impresionante caracterización de sus personajes y ambientación de historia es uno de los mejores ejemplos de porque los videojuegos son considerados el octavo arte.

Detalles tan simples, pero significativos como el reloj que Sara le regaló a Joel en su cumpleaños, y que veinte años después -a pesar de estar roto e inservible-, sigue siendo la última conexión entre la vida que alguna vez fue y la burda existencia que ahora comparte con Tess, -primer personaje que conocemos post pandemia-, una mujer fuerte, decidida, y determinada que durante las escenas de gameplay puro que no tarda un segundo en lanzarse contra un atacante que nos tiene acorralados y quitárnoslo a golpes, mientras recarga su arma y termina liquidando a disparos a cualquier otro que intente siquiera pensar en tocarnos.


Escenas como las introductorias en la zona de cuarentena en las que vemos como asesinan a sangre fría a los que tengan rastros de infección o el miedo de los soldados que amurallan la ciudad contra los Firefly -un grupo revolucionario con tintes casi religiosos-, asentándose como pequeños rasgos de un mundo salvaje y crudo que vamos conociendo a profundidad conforme avanzamos en la historia e iniciamos nuestro viaje del héroe, de una manera tan natural y fluida como la relación entre Joel y Ellie. Si algo puede presumir Naugthy Dog es de la química existente entre Troy Baker (Joel) y Ashley Johnson (Ellie) y la forma en que va creciendo gradualmente entre ambos.

Cada diálogo aleatorio que va surgiendo a su alrededor nos narra el cambio de perspectiva de un hombre que no tiene apego moral ni sentimental con nada ni nadie tras lo acontecido veinte años atrás, y una niña de 14 años que ha perdido todo cuanto ama y no tiene a nadie más en su vida que a si misma, aunado a la esperanza de que la mordedura que no le mató sea la clave para detener finalmente la pandemia, -un detalle que ahondamos durante nuestro paso por el expansión de Left Behind-, y que logra compenetrarnos más en la motivación de Ellie para mantenerse con vida y encontrar una cura contra la enfermedad, mismo pensamiento que comparte Tess, quien se sacrifica asimisma al enterarse que está infectada -y convencida de que Ellie es la cura-, decidiendo que no hay más camino para ella que ganar tiempo para que ambos puedan escapar de sus perseguidores.


Una escena que no recuerdo que me hubiese impactado tanto durante la primera ronda, pero que en esta ocasión caló más hondo al ver como Joel se despidió de la mujer con la que había compartido sus últimos años. Sin abrazos. Sin besos. Sin el más mínimo contacto para no terminar infectando al otro. Solo lágrimas contenidas en los rostros de ambos y una amarga despedida en silencio. Misma sensación que queda cuando Bill (gratificante muestra de como caracterizar a un personaje LGBT sin caer en los estereotipos tradicionales) descubre que su pareja (Era mi compañero. Sólo un idiota como él podría pensar que se vería bien en una camisa así) decidió quitarse la vida antes de convertirse en un infectado. No hay más que sentimientos encontrados. Silencio. Y el trago amargo. Esa sensación de ahogo que nos deja con las palabras aglomeradas en la garganta. No sabes que decir. Ni que pensar.

Una constante que se repite en la muerte de Sam y Henry. Otro crudo momento del juego que nos presenta una pareja de hermanos que intentan escapar de la ciudad y tras traicionarnos -y regresar para salvar nuestras vidas-, Ellie hace conexión con ellos rápidamente al encontrar finalmente un joven de su edad -a lo largo de la historia Ellie nos pregunta si quedarán niños o jóvenes de su misma edad y la incertidumbre siempre es la misma-, una felicidad que no dura mucho, cuando el menor de ellos (Sam) termina mordido y convirtiéndose en un infectado, lo que le lleva a ser asesinado por su hermano mayor (Henry) cuando en su locura intenta atacar a Ellie, lo que termina en el suicidio de Henry al ver que mató a su hermano y así perder a la única razón que le mantenía vivo.


Un tercer golpe bajo que funciona como reflejo -nuevamente-, de lo frágil que es la vida y lo cerca que estamos de perderla en un instante. Porque si hay algo que peor que el virus en The Last of Us, es la propia humanidad y muerte que caracteriza el mundo que rodea a nuestros personajes. Algo tan sencillo como un diario de sobrevivientes que se enteran por un panfleto de evacuación que nadie vendrá a rescatarlos, el texto de una pared en la que un padre escribe a su esposa que huya con su hija tan rápido como pueda y los mercenarios dejan más abajo un mensaje con sangre que dice "Descuida. cuidamos bien de ellas" como una clara señal de que ambas fueron violadas y asesinadas.

Atrás no se queda la confesión de una madre que pide a Dios le perdone mientras yace junto al cadáver de sus dos hijos, -que fueron sacrificados para no ser violados y asesinados-, calan hasta los huesos por lo despiadado en que el mundo se ha convertido, dejándome en muchas ocasiones en blanco, mientras trataba de asimilar la crudeza de lo ocurrido y la responsabilidad que cargamos de proteger a Ellie de ese mundo que ahora habitamos. Porque es lo único que nos queda y somos lo único que ella tiene. Una relación que se ve perfectamente plasmada en el momento en que Ellie descubre que Joel piensa dejarla con su hermano Tommy (otro emotivo reencuentro) y como huye para luego finalmente encarar a Joel, en una de las escenas más tensas y sinceras del juego, abriendo viejas heridas y reclamándole que él es el único que no ha muerto o ha terminado abandonándola.


Esto se magnifica tras el accidente que Joel sufre en la Universidad y como Ellie lucha por mantenerle con vida, una escena que se ve ampliada en Left Behind, el DLC del juego que nos muestra entre flashbacks y tiempo real la relación que Ellie tenía con su mejor amiga-pareja Riley, y como ambas terminaron infectadas, sin dejar de lado la sensación de autoculpa entorno a la muerte de su compañera, y como esto le hace aferrarse en mantener a Joel con vida, convirtiendo la redención en la clave de su relación. Salvar a Joel es salvar a Riley. Mismo sentimiento al que Joel se aferra. Salvar a Ellie es salvar a Sara. Ella es lo que le hace humano. Basta con ver las diferencias que existen entre el Joel apaciguado cuando se encuentra junto a Ellie y el ser brutal y despiadado que tortura a uno de los mercenarios para conocer donde tienen a Ellie secuestrada.

La misma brutalidad se permea en la escena en la que David -el líder de los mercenarios-, intenta violar a Ellie y ella debe matarlo con sus propias manos. Es una escena realmente intensa, violenta y triste que manifiesta el choque de realidad que Ellie tiene al momento de masacrar a David y llorar desconsolada en los brazos de Joel, (poderosa imagen retratada en el ilustración que encabeza este análisis) mientras este intenta calmarla sin exito al darse el quiebre de la inocencia y comprender realmente lo que estaba por suceder. Es un encuentro crudo y despiadado para cualquier ser humano, y aún más impactante para una niña de 14 años, cuyo mayor anhelo es leer cómics, aprender a silbar  y toca la guitarra. Es realmente triste y agobiante el saber que su vida nunca más será igual después de eso, algo que queda plasmado en el capítulo siguiente, tras el blackout de la escena anterior y vemos cuanto Ellie ha cambiado.


Ya no es la misma niña que tararea canciones y cuenta chistes. Ahora es una joven callada, fría y resignada que se limita a responder con monosílabos en nuestro camino al hospital. Los papeles se invierten. Joel ahora es quien busca la conversación, el chiste fácil, llegando incluso a hablar de su hija -un tema que hasta ahora era completamente prohibido-, y se acrecienta cuando Ellie le entrega la foto de él y Sara -misma que la esposa de Tommy le entregó-, antes de la pandemia. Es un momento crítico y de quiebre, porque nuestra percepción cambia completamente.

Cuando descubrimos que el plan de Marlene -aquella amiga a la que la madre de Ellie encargó cuidar como si fuera suya-, decide que está bien que Ellie se sacrifique para encontrar la cura al virus, al no haber otra manera de hacerlo que no involucré la muerte de la joven. Es ahí cuando el instinto protector de Joel llega a su punto más alto y se abre paso -con todo y contra todos-, para evitar la operación y lograr salvarla. De cualquier forma. A cualquier precio. Y esto es precisamente el segundo punto clave que hizo que fuera necesario -a título personal-, el tener que escribir este re-análisis, porque me resulta imposible despedirme temporalmente del juego sin rescatar una de las escenas más fuertes y conmovedoras que haya visto en mis más de 20 años de disfrutar del noveno arte.


Se trata de la escena final en la que Joel se encuentra escapando de los últimos Firefly's, una persecución en la que paralelismo entre la escena inicial, -en la que Joel sostiene a Sara entre sus brazos-, y la escena final  -Joel es acorralado por Marlene con Ellie en brazos-, es increíblemente conmovedora. Son tan ínfimos los detalles que la primera vez lo pase completamente por alto. Pero esta vez no pude evitar notarlo. El reloj. La posición. El arma apuntando. Veinte años atrás, el mundo le arrebató lo que más quería. Hoy, nadie podrá hacerlo de nuevo. El tiro a traición. Marlene pidiendo clemencia. "Por favor. Déjame ir". La mirada fría de Joel. "Tu vendrías por ella". El disparo a secas. Un mar de emociones encontradas. Cambio de escena. Y entonces llega la revelación final. Mientras ambos caminan hacia la montaña de vuelta a donde su hermano Tommy, el juego nos entrega la nota más alta.


Ellie: Espera. Cuando estábamos en Boston... Cuando fui mordida... No estaba sola. Mi mejor amiga estaba ahí. Y fue mordida también. No sabíamos que hacer. Así que... Ella dijo... "Sólo esperemos". Ya sabes. "Podemos ser poéticas y perder la razón juntas"... Aún estoy esperando por mi turno.
Joel: Ellie...
Ellie: Su nombre era Riley. Y fue la primera en morir. Luego fue Tess... Y después Sam...
Joe: Nada de eso fue culpa tuya...
Ellie: No, no entiendes...
Joel: He luchado por un largo tiempo por sobrevivir. Y tú...  Sin importar lo que suceda... [Joel no toca su reloj, se aferra a él. El mismo reloj que le regaló Sara la noche antes de morir]. Sin importar lo que suceda debes buscar algo por lo cual luchar. Ahora, sé que es no es lo que quieres escuchar, pero...
Ellie: Júramelo... Júrame que todo lo que me dijiste acerca de las Luciérnagas es verdad.
[Joel la mira fijamente a lo ojos]
Joel: Lo juro
[Ellie mira a Joel con lágrimas en los ojos]
Ellie: Okay

No sé como resumir todo lo que dicha escena envuelve, pero es por mucho, una de las emotivas y poderosas que haya presenciado en mi vida. Hay tanto sentimiento en cada palabra. En cada frase. Cada acción y movimiento. La mirada entristecida de Ellie al sentir que todo cuando ha vivido no es más que dolor. Nunca conoció a su madre. Perdió a su mejor amiga y primer amor. Todo cuanto ha conocido está muerto o ha desaparecido en la oscuridad. Es realmente desconsolador. Y luego viene el discurso de Joel. Hemos visto todo lo que ha sufrido. Todo lo que ha perdido. Y entonces lo dice.

"Sin importar lo que suceda". Esa frase. Ese momento. Esa pequeña fracción de segundo en que Joel toca el viejo reloj, ese reloj que ha cargado por 20 largos años, el último recuerdo de su hija y el atisbo de lo que una vez su vida fue. "Sin importar lo que suceda". Joel no lo toca. Se aferra a él. "Sin importar lo que suceda, debes buscar algo por lo cual luchar". Y entonces. La frase final. "Júramelo. Júrame que todo lo que dijiste sobre los Fireflys es verdad". La duda. La certeza. La mentira. El mundo le quitó a Joel lo más preciado que tenía. Y ahora Joel se lo quita al mundo.


¿Por qué lo hace? Porque el mundo no lo merece. El día que Sara murió, el día que la pandemia empezó, ese mundo murió con él. Murió con ella. El mundo que existió antes de eso, quizás lo merecía. Pero no lo merece ahora. El mundo no merece el sacrificio de una niña de 14 años para "salvarles" de la perdición en que se han consumido. El mundo no lo merece. "Lo juro". Es un padre protegiendo a su hija. "Okay". Es la fe ciega de una hija en su padre. Ellie en el fondo sabe la verdadera respuesta. Pero le cree. Gustavo Santaolla se luce. Pantalla en negro. Los créditos corren. El corazón no aguanta más y mi perro me mira atónito, mientras con lágrimas en los ojos le aplaudo al juego en silencio.


Siete años después, The Last of Us lo ha hecho de nuevo. Al final de nuestra segunda travesía, no hay mayor sensación al correr los créditos que estamos frente a una obra maestra. Una que perdurará por siempre y se ha ganado con méritos propios su lugar en el Olimpo de los grandes clásicos. Porque si bien es cierto, Uncharted 4: A Thief End es la consagración de un estilo en la historia de Naughty Dog, The Last of Us es el punto de partida de una compañía que decidió ir un paso más allá y regalarnos una verdadera obra de arte, esas joyas imperecederas que sin importar el transcurrir de los años, seguirán marcando generaciones enteras, y al igual que otras grandes títulos en el pasado, establece bases firmes en los argumentos de que los videojuegos, más que mero entretenimiento de alta calidad, son verdaderas obras de arte. Porque eso, al final del camino, es The Last of Us. Una obra de arte. Una jodida y hermosa obra de arte.

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