Por Ari Reyes

“La fantasía es un espejo, un espejo que distorsiona, y un espejo que oculta, colocado en ángulo de 45 grados con respecto a la realidad, pero un espejo, no obstante, que utilizamos para decirnos cosas que de otra manera no podríamos ver.” - Neil Gaiman, “Humo y Espejos: Ilusiones e Historias Cortas”

De lo real y lo fantástico

Mi aspecto favorito de la ficción de superhéroes, es que a menudo, no es ficción del todo. Más allá de la acción y el conflicto, pasando la rica construcción de sus mitologías y los brillantes artes de sus viñetas, se esconde con regularidad un poderoso discurso.
Por su capacidad histórica para el comentario social, mis ejemplares favoritos son aquellas narrativas que además de entretener, educan, critican, cuestionan: me enamoré del comic leyendo a Alan More exponer fascismo y anarquía en V de Venganza, reflexionado sobre segregación y genocidio inmersa en la Genosha de Grant Morrison con E de Exterminio y perdiéndome en la metafórica pluma de Brian Vaughan desde Y El Último Hombre hasta ExMachina.
Con el salto de los superhéroes de la página a la pantalla, no he logrado saciar a cabalidad mi sed de metáfora social cruzada con spandex, con la excepción quizá de películas que retratan lo que ya sus fuentes ofrecen, como Watchmen, y solo excepcionalmente con contenido original, como con las series de Marvel para Netflix: Jessica Jones, Luke Cage, y en alguna medida, Daredevil
Es en este nicho que Mujer Maravilla, la película y su heroína, se distinguen de sus predecesoras cintas de superhéroes, no sólo en el género de su protagonista, sino en la medida en que esta tiene algo que decirnos. No es mi deseo entonces, hacer crítica de cine, tanto como lo es escribir sobre lo que esta ficción nos cuenta acerca de nuestra realidad.

Para reseña cinematográfica me permito referirles al “Spoilerless Review” de Jorge Solano, experto residente de The Comic Show, a quien le agradezco profundamente invitarme a compartir con él del pre estreno de la Mujer Maravilla, tanto por el disfrute de la función como por el placer de su compañía.


Del sexo débil y el sexo fuerte

“Personaje fuerte femenino” es la frase crecientemente más utilizada para expresar el tipo de representación de las mujeres que deseamos ver en la literatura, en la televisión y en el cine, y que es predominante e históricamente ausente. Es sin duda, un descriptor que esperamos de la caracterización de Diana de Themyscira para su debut cinematográfico y si es en ese contexto que queremos evaluarla, nos pregunto: ¿Que es fuerza?
El referente inmediato es uno de poder y resistencia, que comúnmente trasladamos a lo físico como fortaleza y potencia corporal, músculo y dureza y de ahí, invariablemente, terminamos definiendo fuerza con conceptos estereotípicamente asociados a lo masculino. En la construcción de este paradigma relegamos lo emocional, lo emotivo y lo empático a su opuesto, lo femenino, y terminamos equiparándolo con la debilidad.
En nuestro intento de construir personajes femeninos fuertes implementamos con frecuencia esta definición superficial y arquetípica de fuerza: la heroína de acción y combate que no necesita a nadie, la femme fatal que usa despiadadamente sus encantos, la emprendedora que sacrifica su vida personal para ser exitosa o la mujer independiente que toma cerveza, ve deportes y es “una más de los chicos”. Erramos creando mujeres que consideramos fuertes si son menos “mujeres”, si suprimen su lado “femenino”, si se comportan más, “como un hombre”. 
Esta relación antagónica entre femineidad y fuerza es el primer villano abatido por la Mujer Maravilla encarnada por Gal Gadot. Diana es fuerte de acuerdo a estándares convencionales, sí. Un bellamente coreografiado desfile de peleas y escenas de acción nos ejemplifican el extenso entrenamiento de la amazona y sus espectaculares habilidades para el combate, pero aquello que la potencia en la pelea, eso que la sostiene en el frente y, es más, la coloca en la batalla en primera instancia, va más allá de su capacidad física. 
La resiliencia de la Mujer Maravilla se enraíza en su entrega, empatía, compasión y compromiso con sus ideales: el deber sincero de defender aquello que es bueno, de proteger a la humanidad, de “luchar por aquellos que no pueden luchar por sí mismos”. Diana es fuerte, no a pesar de su sensibilidad y generosidad, sino gracias a ellas. Más importante aún, no se disculpa por ser como es; actúa valiente, entregada e independiente desde la convicción, de lo que sabe es correcto, sin pedir perdón por ser ella: de donde viene, nadie le enseñó cómo “debería” comportarse una mujer.
Diana ríe y llora, ama y lucha, lidera y explora, todo en el mismo paquete; sus diversas vivencias y sentires expuestas no como una serie de dicotomías o características excluyentes sino tejidas en el complejo tapiz que es el alma humana. Ella puede ser fuerte en su traje de Diana Prince y vulnerable aun, en su armadura de Amazona, pero es en el abrazo de la totalidad de sus facetas, que es la Mujer Maravilla.


De lo humano y lo divino

Siempre he dicho, Marvel nos da superheroes, DC nos da dioses. Y no lo digo superponiendo una a la otra, lo expreso meramente para ilustrar la manera en la que, en mi opinión, nos relacionamos a sus personajes. 
En el elenco de Marvel, es más común encontrar héroes, en su núcleo humanos. Si bien poseen superpoderes o artefactos super poderosos, debajo de la capa hay una persona con la que podemos identificarnos, un conflicto al que relacionarnos y una vida en donde reflejarnos.
DC por otro lado, tiende más a la épica en su creación de personajes y nos presenta un panteón: El todo poderoso hijo de Krypton, el implacable Rey de los 7 Mares o la Hija de Zeus, regalo de dios a la humanidad. Es precisamente en su caracterización deífica donde se dificulta encontrar un lugar común para conectar con estos personajes, pero en mi caso, nunca ha existido esa necesidad; en mi mente no son héroes, son dioses. No son nuestro igual, son un paragón, son la fábula aleccionadora y son la vara contra la cual nos medimos. 
El día de la premier Latinoamericana de su película, la directora Patty Jenkins hablo de como la impactó Superman I en su niñez y de ahí su deseo de crear una obra que pudiera convertirse en ese tipo de referente para la infancia de hoy. En ese sentido, la Mujer Maravilla no es el ideal al que debemos aspirar todas las niñas y mujeres, no, es un ejemplo para toda la humanidad. Es una personificación de justicia, deber y amor por el prójimo.  Su mensaje es simple, relevante y una verdad que parece eludirnos: el más fuerte protege al más débil, el que puede, pelea por el que no; en nuestro humano potencial para hacer el bien o el mal, elegir la bondad nos acerca a lo divino. La película en su corazón, nos dice que el mundo debe y puede ser salvado, y acontece que es una maravillosa mujer, fuerte en su proeza física, su asertividad mental, pero, sobre todo, en su profunda sensibilidad, quien nos muestra cómo hacerlo.

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Ari Reyes - Cocinera intensamente gamer y apasionadamente geek, comprometida con alcanzar el nerdvana. Su chispa despertó en Zendikar y desde entonces es fácilmente seducida por el aroma de los boosters nuevos y el sabor de los formatos de cuarenta cartas. Es también co-propietaria de Vortex Game Center, un lugar donde le gusta decir que atiende a ambos lados del mostrador, abriendo juegos en la cocina y comiéndoselos en el comedor.




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