Por María Trejos.

El 28 de diciembre de 1895 Méliés asiste invitado por los Lumiére a la primera representación del cinematógrafo, solo su impresión cambiará la historia del cine de fantasía y ciencia ficción hasta nuestros días. Nacido el 8 de diciembre de 1861 en el boulevard Saint-Martin de Paris en una familia acomodada, Su padre era un conocido empresario del calzado parisino, aunque en el pasado había sido director y actor de teatro local, ahora se dedicado al negocio familiar.

Desde pequeño mostró interés y habilidad en el dibujo, con el que desarrollo su imaginación junto a las frecuentes visitas a las funciones del famoso mago Maskeline: así poco a poco se va formando en su cabeza todo un mundo de posibilidades. Junto a una gran capacidad para el trabajo y la disciplina. A pesar de sus intenciones de ingresar en la Escuela de Bellas Artes, es obligado por su familia a participar en el negocio del calzado. Se encarga de la reparación y el perfeccionamiento tecnológico de esta industria, mostrando las habilidades mecánicas que posteriormente le resultarían tan útiles.


Durante los años siguientes se escenifican en el teatro sus espectáculos de ilusionismo, cuyos decorados, trucos y maquinaria fueron en su mayoría creados por el propio Méliès. Ante la negativa de los Hermanos Lumiére de presentar el artefacto durante sus funciones, el prestidigitador acaba comprando el aparato de otro inventor, Robert Paul y en abril de 1896 ya se halla realizando proyecciones en su teatro. Su deseo por crear sus propias películas le lleva a transformar el artilugio de Paul en una cámara con la que rueda su primer filme Partida de Naipes.

El 5 de abril de 1896 proyectó las primeras películas en su teatro Robert Houdin; eran pequeñas escenas al aire libre, documentales similares a las de los hermanos Lumiére. Su estilo evolucionó rápidamente buscando crear películas parecidas a sus espectáculos de ilusionismo e invirtió una gran cantidad de dinero para la creación del que se consideró el primer estudio de cine, en el que se utilizaron sistemas mecánicos para ocultar zonas al sol, trampillas y otros mecanismos de puesta en escena.

En 1899 el gran cineasta sabe aprovechar el mágico potencial de las imágenes en movimiento para crear visiones fantásticas. La mayoría de las más de mil películas hasta 1913 eran cortas y mostraban conjuros e ilusiones imposibles, aunque también realizó proyectos más ambiciosos como Viaje a la Luna de 1902 y Las Aventuras del Barón de Munchhausen de 1911.


La  paulatina transformación de la industria (monopolizada por Edison en Estados Unidos y Pathé en Francia), junto con la llegada de la Primera Guerra Mundial, afectaron a su negocio, que fue declinando sin remedio. En 1913 se retira de todo contacto con el cine. Desde 1925 su obra será redescubierta por la vanguardia cinematográfica francesa, especialmente por los surrealistas, que reivindicaron su figura hasta el punto de que Méliès fue reconocido con la Legión de Honor en 1931 por toda su trayectoria.

El 28 de diciembre de 1895, Méliés asiste invitado por los Lumiére a la primera representación del cinematógrafo, donde una pequeña inspiración formará a todo un siglo, en la esperanza de una ilusión.

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