Por Sofía Chaves.

La existencia de las computadoras marcó una revolución dentro del ámbito musical. Viviendo en la generación de los sintetizadores, el electro-pop y otras cosillas interesantes que surgen a punta de bits y bytes es imposible negarlo. Nos guste o no, los medios nos atacan a diario con canciones que no serían posibles sin ayuda del teclado y el monitor. Algunos dicen que es una verdadera maravilla, otros le prenden velitas a Mozart mientras rezan para que el apocalipsis del auto-tune no nos mate antes de que llegue el aguinaldo y culpan a la modernidad por haber arruinado la música. Yo siento que estamos en una mezcla de ambas y que en nuestra era abundan los contrastes.

El baterista de Two Door Cinema Club.
Si bien la generación electrónica nos ha traído a "artistas" que sin auto-tune no cantan ni cumpleaños, también hay que admitir que lo digital posee sus joyitas. Zedd, Stromae y Above and Beyond, por mencionar a algunos exponentes relativamente conocidos, han probado que a la humanidad le gusta bailar al ritmo de los unos y los ceros. Además, la computadora es instrumento e integrante. El nombre Two Door Cinema Club empezó a ser conocido cuando dejó de buscar un baterista permanente y humano.

La revolución digital en la industria se evidencia en la oferta y la exposición. El internet, entre otras cosas, nos ha saturado de información y variedad. A diferencia de hace quince o veinte años, la gente ya no escucha lo que las disqueras brindan. Existe un consumo más amplio de géneros y el concepto de cultura general en la música o "esas bandas que toooodos tienen que conocer porque sí" se ha disuelto para dar paso a la multiplicidad de géneros. Al hablar de música me sorprendo cuando alguien coincide conmigo, y eso no por ser una persona excesivamente alternativa, si no porque los gustos musicales son tan distintos como la misma gente y ya no se posee un estándar.

Curiosamente, la época de la variedad nos trajo el aumento de la idolatría. ¿Cuántas fans de Justin Bieber tomaron la decisión de quedar calvas para ser solidarias por el supuesto cáncer del cantante en el 2012? ¿Cuántos adolescentes tienen altares de One Direction o Taylor Swift en sus armarios? ¿Porqué rayos sabemos quién es Kim Kardashian si sus aportes a la humanidad han sido mínimos o nulos? La industria apuesta por el consumo de fama para seguir con la corona y crea ídolos para que la población ame y deteste. He visto metaleros de esos que hasta el alma tienen negra que sólo maldicen a Nicki Minaj o a personas similares y las culpan por llevar a la música a la ruina. No sabría darles la razón, pero si pasan tantas horas en tormento es por algo. El internet ha impulsado la fama y da estrellas en cuestión de segundos. Lorde cantó en YouTube el año pasado y, gracias a internet, pasó de ser una chiquilla anónima a ser una adolescente famosísima que hasta al novio le exigieron que cambiara. El consumo da miedo.

Cultura pop 101
En un mundo como este se pensaría que el anonimato es imposible. En el negocio del entretenimiento siempre se corre el riesgo (o ventaja, depende de cómo lo vea usted) de ser objeto de obsesión ajena. La obsesión tiene sus rangos de terror: desde la colección desenfrenada de cada tarareo que saque un artista hasta la invasión total de su privacidad. Tengo la pequeña teoría de que toda banda tiene mínimo un fanático obsesivo. Bajo esa suposición, ¿cómo se logra ser famoso y anónimo a la vez? ¿Es posible la creación de un alter-ego en esta era de alocado consumo e investigación?


La respuesta, y no sé cómo explicarla, es . Sí es posible ser músico, hacer soñar a millones y llegar a la casa tranquilo a comer pan con queso sin ser observado. Sí es posible tener una identidad aparte, ser famoso y ser ordinario, ser ídolo y tener privacidad. Ejemplo básico: Daft Punk. Si tuvieron que buscar en Google los nombres de los integrantes y luego tuvieron que buscar otra vez para ver sus caras reales, entendieron mi punto. Sin máscaras son franceses genéricos, con máscaras, wow. La gente no adora a Thomas Bangalter y a Guy-Manuel de Homem-Christo, la gente adora a Daft Punk. Punto.


Las máscaras no son la única forma de darse un ego distinto. La animación esconde a las caras de formas interesantes y nos muestra que la música no necesita figuras de carne y hueso. Veamos por ejemplo a Gorillaz. ¿Sabían que la banda virtual compuesta por 2D, Murdoc Niccals, Noodle y Russel Hobbs ni siquiera tiene a cuatro personas detrás de la pantalla? La magia nace de sólo dos mentes humanas: Damon Albarn siendo una banda completa y Jamie Hewlett dándole vida. Los personajes tienen carácter y en los conciertos hay músicos que complementan el show. Pero, ¿alguna vez las identidades humanas han remplazado a los caricaturescos personajes? La respuesta es no: no existe concierto de Gorillaz sin un proyector con los miembros animados.


Para el siguiente caso les presento a una banda que descubrí hace poco: Studio Killers. Al ser tan recientes el misterio todavía prevalece: busquen los nombres de los integrantes en internet para respaldar mi punto. Cherry, Dyna Mink y Goldie Foxx llegaron en el 2011 desde Finlandia, Dinamarca y el Reino Unido para ponernos a bailar. De momento lo único que podemos saber de ellos a ciencia cierta es que tienen mucha actitud y que son diseñados por la finlandesa Eliza Jäppinen. De momento sólo se han presentado dos veces en vivo, pero como su campaña en Kickstarter fue exitosamente financiada podemos esperar verlos pronto en alguno que otro escenario.


Para cerrar les presento a quién, según mi opinión, es lo más curioso que internet nos ha traído en mucho tiempo: Hatsune Miku. Miku es la identidad virtual de una de las voces que posee Vocaloid, una aplicación japonesa para generar música. ¿Quién está detrás de esta muchacha de cabello verde larguísimo? Cualquier persona que adquiera el sintetizador y quiera que ella sea vocalista. Hatsune Miku y sus compañeros Megurine Luka, Rin y Len Kagamine, Kaito y varios otros son parte de esta serie de personajes con millones de canciones compuestas por cualquiera. Lo mejor de todo esto es que, a pesar de tener múltiples identidades, Miku si ha dado conciertos en Japón y los visuales son de calidad impresionante.

Luego de todo esto, ¿no han notado que los años después del 2000 no tienen una etiqueta específica? A pesar de estar en la segunda década del nuevo milenio realmente no la diferenciamos de la década 2000-2010 a como diferenciábamos los 90s de los 80s. ¿Será que la era digital difuminó y difuminará los quiebres entre las épocas? Nada más nos queda seguir leyendo cosas en internet para saberlo...

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