Por Sofía Chaves.
Los
paladines dicen que Appleburg es un punto sin retorno. El palacio de
cristal y las hermosas plazas, accesibles solo por medio de un
Teleport Gate cuyo costo es de mil quinientas millones de monedas,
poseen una belleza y simplicidad sin comparación alguna. Sus NPCs
son eficientes y la tipografía de sus edificaciones es tan
maravillosa como la misma ciudad. Appleburg es análoga a la ciudad
del rey Midas: todos entran por los tesoros pero no todos se quedan
por la ciudad misma.
Cuenta
la leyenda que el hechicero de negro ingresó a la ciudad y se
fascinó con sus riquezas. Pasó cuatro años nadando en sus lagos y
regocijándose en su estética, dejando su báculo y armadura
abandonados en un rincón de su nuevo hogar. Pero un día recordó
que venía a luchar y despertó: buscando por todo el pueblo encontró
a un NPC que lo dirigiría a la tierra del ocio, pero indicó que la
búsqueda no sería fácil.
No
ser un gamer empedernido tiene su ciencia. Entre tanto trabajo y
tanta inspiración, el buscar la distracción perfecta se convierte
en un quest digno de un mundo de fantasía. Porque cuando el tiempo
se convierte en obsesión, el esperar cinco horas para bajar tres
gigas de entretenimiento no es un lujo que uno se puede permitir más
de una vez. La ironía ataca cuando uno pasa esas horas buscando el
juego perfecto, leyendo reviews y viendo un sinfín de videos de
gameplay. Y sólo cuando el elegido aparece, se sirve el vino y se
procede con las celebraciones es que aparece el mayor de los
enemigos: el juego sólo es compatible con Windows.
No
lo logro con Microsoft:
siempre me han desesperado sus innecesarias complicaciones y sus
pantallazos azules. Uso Windows porque es requerido en mi trabajo,
pero me he topado con innumerables ocasiones en las que he querido
tirar la computadora por la ventana. Mac apareció hace tiempo como
caballero en armadura dorada, salvándome de los nefastos settings y
siendo una absoluta maravilla para trabajar en cosas de diseño. Es
cuestión de gustos: personalmente no volvería al sistema operativo
de Gates ni aunque me regalaran el equipo, pero hoy mi amada compu me
presenta una encrucijada: cuesta un mundo jugar con una MacBook.
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Nada como los clásicos |
Para
juegos más casuales como Sims,
Roller Coaster Tycoon
y Age of Mythologies
el fix no es tan complejo, la pesadilla comienza en la búsqueda de
un MMORPG.
Porque, al tener que conectarse a internet, la solución no es tan
sencilla como buscar un wrapper que engañe al juego para que crea
que es Windows. Siempre hay un error, y siempre aparece en el momento
más frustrante. Usar una máquina virtual tampoco es una opción
aceptable porque los gráficos no rinden o porque, en el peor de los
casos, el juego destruye la máquina virtual. Parece que el único
camino a seguir es encontrar un juego compatible (y sí, estoy
asumiendo que conseguir una computadora nueva para jugar de vez en
cuando es una opción absurda).
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Fantasía en la antigua Ruta de la Seda |
Primero
probé con Silkroad Online:
el primer MMORPG que jugué en el colegio, cuando aún usaba Windows.
A mi computadora no le agradó la idea en lo más mínimo y creo que
nada más puedo decir que mi máquina virtual de Windows 7 pasó a
mejor vida y parece que no tiene intenciones de volver. Con mi laptop
sorprendentemente intacta y mis esperanzas de revivir la adolescencia
destrozadas, consideré descargar el juego por suscripción que medio
universo seguro conoce: World of
Warcraft.
Cuenta
la leyenda que es necesario reconsiderar su vida si se toma la
decisión de descargar WoW.
Algunos dicen que es absurdamente adictivo, otros dicen que destroza
la economía propia y lo introduce a uno a un universo tan vasto como
miles de sistemas solares. Me encantaría ser capaz de escribir sobre
el universo creado por Blizzard
y sus miles de clases, realms y todo el asunto… pero WoW
no es el lugar donde termina mi aventura. Este capítulo de la
búsqueda del MMORPG perfecto acabó abruptamente al ver que el peso
del juego es directamente proporcional al universo en pixeles que
éste ofrece. Además, ¿porqué pagar mensualmente el equivalente de
un recibo de luz o agua por un juego que no aprovecharía en su
totalidad? Decidí dejar ese universo para los gamers más
comprometidos y seguí con la búsqueda.
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Futurista, fantástico y un dolor para los antagonistas de la AppStore |
Muchas
lunas y videos de Youtube después apareció Ryzom
Online: un MMORPG de ciencia-fantasía
creado por Nevrax.
Según lo que logré encontrar, el juego tiene una flexibilidad
inmensa y le permite al jugador subir escenarios al universo de Atys.
Además, para cerrar con broche de oro, es gratuito y no discrimina a
usuarios de Mac y Linux. Sin pensarlo mucho procedí a descargar la
aplicación: el link me dirigió a la AppStore
y de ahí era nada más darle clic al botón verde de Install. Tres
gigas debían descargarse en cinco horas, fácilmente podía dejarlo
toda la noche y probarlo en la mañana. Y la AppStore procesó… y
procesó… y siguió procesando… Internet no mostró formas
alternativas de descargarlo que no fueran la AppStore y mi corazón
se rompió de nuevo antes de seguir con la búsqueda.
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Nope |
Ya
para este punto de la aventura creo que vi los mismos videos varias
veces. Mi exigencia me hundió en un mar de clicks y videos de mundos
que nunca podría jugar. Descarté gráficos, taché ideas… por
unos instantes me vi a mi misma convertida en el Mario
Giacomelli de los juegos de
computadora. Registré Steam
mil veces y espanté a mi gato cada vez que me recomendaban un juego
exclusivo para Windows. La devastación era inminente. Descargué un
juego que aparecía al fondo de la lista de MMOs de Steam: Champions
of Regnum. Una hora para la descarga,
todo bien. Ingresé a uno de los tres realms y, luego de tardar como
veinte segundos en la creación de mi personaje, entré. El mundo era
demasiado oscuro y mi personaje era un arquero.
Probé cambiando de universo borrando el personaje (no se pueden
tener varios personajes en realms distintos) y seleccioné el realm
élfico
con la esperanza de terminar con un personaje wizard.
La pantalla de creación élfica era distinta a la del realm ígneo,
pero las opciones eran idénticas. Terminé esperando que me tocara
un wizard y no fue así. En el tercer realm tuve la misma suerte
entonces me devolví al élfico porque mínimo había luz. En el
juego no había ni un alma, cambiar a clase wizard costaba diez
monedas y las bestias iniciales no daban ni un cinco. La única forma
de subir las habilidades era por medio de un NPC del pueblo y eso
también costaba monedas. Cerré el juego abruptamente y borré la
aplicación para seguir con la búsqueda.
El
hechicero ingresó a una de las cavernas del laberinto. Según las
instrucciones, el sabio debía completar todo el laberinto de alto
nivel para llegar a la tierra prometida. En la caverna encontró un
pequeño tesoro que se mantiene en el rango de los KB y los gráficos
no lo convencieron pero almacenó el ítem en su inventario para
probarlo en un futuro. En una tormenta mágica, la ciudad de
Appleburg se reinició y se le presentó la oportunidad de abrir la
puerta de Ryzom.
Luego de una considerable espera entró a la cámara del juego, pero
el convencimiento parece no haber llegado. El hechicero siguió
diligente caminando por el laberinto.
Sofía Chaves - Estudiante de Diseño Publicitario y diseñadora web. Escritora. Apasionada del manga, anime y la música, temas de los cuales escribe regularmente en nuestra en nuestra Zona Geek .
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