Por Pablo Vargas | pvargas@revistalevelup.com.

Cuando salió Arcane en 2021, muchos pensaban que sería “otra serie basada en un videojuego”, pero nada más lejos de la realidad. Desde el primer episodio, la serie te atrapa con su combinación única de historia, emociones y estética visual que quita el aliento y es capaz de atrapar tanto a fans de League of Legends como a quienes nunca lo han jugado, combina estética steampunk con un drama emocional profundo, convirtiéndose en una de las producciones animadas más memorables de los últimos años.

La historia sigue a las hermanas Vi y Powder (luego conocida como Jinx), creciendo en Zaun, una ciudad subterránea oprimida, mientras Piltover, la ciudad tecnológica sobre ellos, brilla con riqueza y poder. Ese contraste de mundos funciona como motor narrativo para hablar de desigualdad, corrupción, ambición y revolución, en las que sus ciudades no son simples escenarios, sino lugares que moldean a quienes viven en ellos, donde la desigualdad, la ambición y la lucha por sobrevivir están presentes en cada callejón, cada laboratorio y cada torre tecnológica.


Y sin embargo, el corazón de la serie está en la relación de las hermanas, una conexión que se convierte en una de las tragedias más intensas de la animación moderna. Verlas crecer en Zaun, tratando de sobrevivir a un entorno hostil y marginado, es ver reflejadas las injusticias de un sistema que las oprime desde la infancia. Powder, con su curiosidad y fragilidad, se transforma lentamente en Jinx, marcada por la traición, el abandono y la necesidad de ser reconocida. 

Vi, por su parte, es fuerza pura y determinación: lucha para proteger a su hermana incluso cuando todo parece perdido, y su valentía se siente real precisamente porque no siempre gana. Cada interacción entre ellas está cargada de emoción, y la serie sabe cómo hacer que el espectador se identifique con sus alegrías y sufrimientos.


Todo esto apoyando en una calidad soberbia de animación, que es es un espectáculo en sí misma, combinando un estilo pintado a mano con CGI de manera magistral, logrando que cada fotograma se sienta como un cuadro en movimiento, en el que las escenas de acción son caóticas y al mismo tiempo bellas, y la dirección de color y luz enfatiza cada emoción. 

Desde la desesperanza y el miedo hasta los breves momentos de alegría o intimidad. Todo está pensado para que lo visual refuerce lo emocional, y el efecto es devastador: te hace sentir el peligro y la tensión como si estuvieras dentro del mundo de la serie y en el que los colores, la iluminación y la composición visual no son solo estéticos; refuerzan las emociones de cada momento, desde la tristeza hasta la euforia.


Los personajes secundarios son igualmente memorables y complejos; no son buenos o malos por definición; tienen motivaciones claras, conflictos internos y decisiones moralmente ambiguas que los hacen creíbles y fascinantes. Cada relación, cada alianza y cada traición está construida para que sintamos su impacto real en los protagonistas, aumentando la intensidad emocional de la serie y en los que no hay clichés fáciles, porque cada personaje se siente vivo y con consecuencias auténticas en la historia.

Y a pesar de todo lo hermoso a nivel técnico, lo más impresionante de Arcane es cómo combina tragedia y belleza. La caída de Powder hacia Jinx no es solo un giro dramático; es la representación de cómo la soledad y el abandono pueden moldear a alguien hasta volverlo casi irreconocible. Y Vi no es la típica heroína que lo arregla todo, por lo sus decisiones son dolorosas, a veces fallidas, y cada sacrificio que hace se siente genuino, humano y desgarrador. La serie sabe exactamente cómo manejar estas emociones, entregando un golpe emocional tras otro que permanece mucho después de que termina el episodio.


Porque al final del camino, Arcane no es solo una historia de acción o tecnología, es un relato sobre relaciones humanas, traiciones, pérdidas y resiliencia. Cada escena tiene peso, cada conflicto emocional tiene consecuencias, y cada personaje deja una marca. La serie consigue que no solo veas lo que pasa en pantalla, sino que sientas la tristeza, la ira, la frustración y los momentos de ternura se perciben como propios, a través de un viaje intenso, emocionante y devastador a la vez; con una historia que te golpea, te hace reír, llorar y reflexionar, y que deja la sensación de haber vivido algo que va mucho más allá de la pantalla.

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