Por Pablo Vargas | pvargas@revistalevelup.com.

1996. Recuerdo salir corriendo de la escuela, con el bolso medio abierto y la camisa desabotonada, para llegar a tiempo a ver como Gus Rodríguez, nos presentaba por primera vez, la legendaria #Nintendo64 desde el mítico Los Angeles Convention Center, en la que sería, la experiencia que cambiaría para siempre nuestras vidas. Un sueño de infancia, surge en nuestro corazón: quiero escribir sobre videojuegos, conocer a Gus Rodríguez y estar en un E3

Veinte años después, estamos sentados en la sala de prensa del E3, escribiendo nuestras primeras impresiones del proyecto secreto de un tal Hidekata Miyazaki y que el mundo conocería unas horas después bajo el nombre de Bloodborne. Es nuestra primera nota, desde el E3. El sueño de nuestras vidas, finalmente cumplido. Las emociones nos ganan y las lágrimas brotan. Entonces, escucho una voz. 

"¿Estás bien?". Levanto mi mirada. Y mi mente alucina. Con su pelo de rockero y gorra imperdible. El mito. La leyenda. El titán. Gus Rodríguez. El héroe de toda una generación de niños(as) en América. El periodista de videojuegos que aspiro a ser, muere lentamente y el niño que se sentaba a leer la 'Club Nintendo', ver 'Nintendomanía' y soñar con estar en E3, toma su lugar. No puedo siquiera hablar, y entre lágrimas, le pido una foto y si puede grabar un saludo para Revista Level Up. Me pregunta mi nombre. Y con ese ángel y carisma inigualable, graba el vídeo que nos cambiaría para siempre la vida.

Un año después, nos reencontramos de nuevo y me saludó por mi nombre. De la miles de personas en la sala de prensa del E3 y me saluda con 'Pura vida mae' y me doy cuenta que recordaba mi nombre. Sí... Mi nombre. Para cualquier persona quizás suene a poco. Pero quien le miraba no era yo, sino el Pablo de 8 años que veía como su super héroe de la infancia, recordaba su nombre. Recuerdo ese momento y mis ojos se llenan de lágrimas. Para mí, ese pequeño, pero especial gesto, valió el mundo entero. Y así era Gus de especial con cada persona que se cruzaba en el camino. Miles de personas en toda América Latina pueden dar fe de ello. De su inagotable carisma. El sabía que cargaba sobre sus hombros los sueños de toda una generación de niños y niñas que soñaban ser como él. Y nunca nos falló. Aún con su enfermedad, nunca dejó de trabajar, nunca de dejó de sonreír y nunca dejó de ser él.

Siempre soñé con seguir sus pasos, tener nuestra propia revista, nuestro propio programa, cubrir un E3 y hacer carrera en esta industria. Jamás pensé que Dios me regalaría no sólo la oportunidad de conocerle en un E3, entrevistarle, compartir cabina y escenario con él, sino también la dicha de llamarle amigo. Cuando nos informaron de su partida, lloré como un niño. Ese niño, que había perdido a su Super Héroe. Hoy, después de más de 30 años, el mítico E3 dice oficialmente adiós. Y solamente pienso, en Gus...

Gracias por tanto maestro.

Adiós, E3.  

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