Por Pablo Vargas | pvargas@revistalevelup.com.

En una noche insípida, por momentos cargada de sorpresas y por momentos predecible hasta el aburrimiento, la 91° entrega de los premios de la Academia estuvo caracterizada por una ceremonia en la que la meta fue repartir premios a discreción y mantener siempre satisfecha a la gradería sin ensuciarse directamente las manos; un objetivo que se materializó a la perfección al reconocer a 'Green Book' como 'Mejor Película', a Alfonso Cuaron como 'Mejor director' con 'Roma', y entregarle a Olivia Colman y Rami Malek los Oscar a 'Mejor actriz' y 'Mejor actor' por sus roles 'The Favourite' y 'Bohemian Rhapsody'.


Si bien es cierto, fue una noche inolvidable para los amantes de la cultura geek y el cine de super héroes, -que logró por primera vez en su historia hacerse con 4 estatuillas en una sola noche-, gracias a 'Black Panther' y 'Spider-Man: Into the Spider-verse', al final, la nonagésimo primera entrega de los Premios de la Academia se recordará como una noche que pintaba con la expectativas por todo lo alto, al abrirse en la una ventana de grandes oportunidades para los Oscars de marcar hitos en la historia del cine moderno y que se fue diluyendo paulatinamente con cada uno de los premios entregados.


Fue un quiero, pero no puedo de Hollywood que empezó reconociendo el brutal trabajo de Regina King como 'Mejor actriz de reparto' por su impecable papel en la poderosa 'El blues de Beale Street' y luego ajustó las clavijas volviendo a lo regular con el Oscar -justo y merecido-, de Mahershala Alí por su rol como mejor actor de reparto en 'Green Book'. La ceremonia quiso volver a dar la sorpresa con el Oscar a 'Mejor documental' para la novel directora Rayka Zehtabchi con 'Period. End of the Sentence' un poderoso y crítico documental de Netflix sobre un grupo de mujeres locales en la India, que se adentran el proceso de producción de las toallas sanitarias biodegradables de bajo costo y ayudan a salir a muchas jóvenes adelante en una cultura compleja y discriminatoria.


Todo apuntaba para una jornada histórica cuando la Academia -treinta años tarde-, decidió darle el Oscar al mítico Spike Lee por su impresionante trabajo en 'Infiltrado en el KKKlan' con 'Mejor Guión Adaptado' y el Oscar a 'Mejor película de lengua extranjera' a 'Roma', dos grandes obras cinematógraficas cuyo centro de la historia gira en evidenciar cuan poco hemos avanzado en materia de equidad y no discriminación racial. Con ambas producciones ganando en sus categorías más destacadas, todo indicaba que finalmente la Academia aprovecharía la oportunidad de oro para marcar un hito en la historia del cine moderno.


Por un lado, teniendo a 'Roma', esa genial obra de Cuarón que se estrenó en Netflix -y fue ninguneada por Cannes al no ser una película estrenada en cines-, con la posibilidad de convertirse en la primera película de lengua no inglesa en ganar merecidamente un Oscar a 'Mejor película' y con la posibilidad de golpear doble al poner en manifiesto que el "gran cine" ya no se vive sólo en los cines sino que la industria ha evolucionado a otros brillantes formatos. Y por el otro lado, con la oportunidad de reivindicarse y hacer finalmente justicia a Spike Lee tras robarle el Oscar a 'Mejor película' a 'Do the right thing' una película que trataba con maestría la crisis racial que se vivía en 1986 y que volvía a poner el tema sobre la mesa con la impresionante 'Infiltrado en el KKKlan'.


Era también una noche para la justicia, con un Christian Bale camaleonico que llevó su cuerpo al límite por novena ocasión para dar vida a Dick Cheney en la polémica y brillante 'Vice', categoría con la que competía en la que era posiblemente la mejor actuación en la vida de William Defoe por su rol en 'A las puertas de la Eternidad' una dramática y biográfica película sobre los últimos años del pintor Vincent van Gogh, así como también era una noche para la redención de la Academia con Glen Close que en completo estado de gracia apuntaba para hacerse con su añorada estatuilla después de seis nominaciones fallidas. No obstante, a pesar de esforzarse por incluir su discurso de cambios en la teoría -al incorporar diversos segmentos de diálogo de los actores en español al presentar los discurso-, cuando llegó el momento de aplicar todo en la práctica, la Academia titubeo en la hora importante, fue en las últimas cuatro grandes categorías cuando falló... y falló brutalmente.


Como un tren que se descarrila a toda velocidad, la Academia apostó por el lyp-sync y la celebre dentadura postiza de Rami Malek para dar vida a 'Freddie Mercury' en una 'Bohemian Rhapsody' políticamente correcta que se encuentra cargada de miles de errores biográficos -y libertades creativas-, para maquillar la historia entorno la vida del mítico vocalista de 'Queen', concediéndole así a Malek su añorado Oscar a 'Mejor actor principal'; un galardón que si bien es cierto no descontenta a nadie -Malek se desempeña excepcional en gran parte de la película-, se percibe agridulce al desentonar su trabajo ante dos sublimes interpretaciones como lo fueron las actuaciones -y transformaciones-, de Christian Bale y William De Foe para dar vida a Dick Cheney y Vincent van Gogh, respectivamente.


La tónica se repitió -y magnificó-, cuando cuando los Oscars se olvidaron formalmente por séptima ocasión de una increíble Gleen Close que hoy debe estarse preguntado que debe finalmente hacer para hacerse con la codiciada estatuilla a 'Mejor actriz', tras efectuar uno de los mejores papeles de su carrera en 'La buena esposa'; mientras que muchas actrices mexicanas deben estar respirando hoy tranquilas al ver como Yalitza Aparicio fue ninguneada a la hora grande por la Academia al entregar un Oscar de consuelo a 'La Favorita', película partía con nueva nominaciones y sólo se ha hecho con el Oscar a 'Mejor actriz principal' de Olivia Colman, que se hizo con un Oscar justo pero doloroso que se convirtió en la gran sorpresa y rompe quinielas de la noche al hacerse con la estatuilla por su rol como la reina Ana en película biográfica dirigida por Yorgos Lanthimos.


Sin embargo, aunque un atisbo de esperanza volvía a hacerse presente cuando Guillermo del Toro -ganador del Oscar a Mejor director del año pasado-, entregó a su compatriota Alfonso Cuarón el galardón por 'Mejor director' en 'Roma', y le convirtió en el quinto director de origen mexicano en ganar la preciada estatuilla en los últimos cinco años. No obstante, la alegría duró poco, cuando finalmente la Academia nuevamente se acordó de sus raíces -y de la misma forma en que lo hizo con 'Shakespeare Enamorado' y 'Crash' en años anteriores-, decidió romper las esperanzas de miles de personas que deseaban ver a la Academia sentar por primera vez un precedente en sus galardones, pero que ha vuelto a sus viejos malos hábitos de tratar de quedar bien con todos -y con nadie-, al entregar el premio de 'Mejor película' a 'Green Book', una obra bonita e interesante que no le cae mal a nadie pero que palidece ante dos obras de peso pesado cargadas de acertada crítica social como lo son 'Roma' e 'Infiltrado en el KKKlan'.


El descontento en la sala -y las redes sociales-, no se hizo esperar. Con el propio Spike Lee estallando en furia en la propia ceremonia al ver que la pesadilla se repetía. El recuerdo de la derrota de la oscura y crítica 'Do the right thing' contra la liviana y políticamente correcta 'Paseando a Miss Daisy' tuvo que haber pasado nuevamente por la cabeza del celebre director, tras ver como tres decadas después, 'Infiltrado en el KKKlan' perdía irónicamente contra una versión remozada de 'Paseando a Miss Daisy' como lo es 'Green Book', que no hace daño a nadie y contenta a todos con un relato superficial sobre la discriminación racial, que deja un sin sabor al presenciar como nada ha cambiado en Hollywood en los últimos treinta años, con una 91° entrega de los premios de la Academia que sigue siendo insípida, políticamente correcta y sumamente predecible; tal cual lo ha sido -y lo sigue siendo-, cada año.


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