Por Moisés Mora.

Al inicio de los tiempos, la contemplación como forma suprema y sustantiva de conocimiento era realmente válida. La filosofía por ende inicia un viaje contemplativo de la vida para llegar a una episteme a partir de un método no participativo en donde el debate y la riqueza del pensamiento eran premiados por sobre la dota y las constantes falacias predominantes en la política de su época.

El ejercicio como tal (con una valiosa experiencia personal) regía por aquel entonces el conocimiento de los iluminados. Imagine querido lector encontrarse en el momento en que fue concebida como disciplina del saber la filosofía, no existía internet, tampoco todas las personas podían leer o escribir (para eso se estudiaba una profesión), los niveles de vida no eran los mejores y la esclavitud estaba permitida. Huelga decir que quienes filosofaban por aquel entonces eran personas con mucho dinero que tenían esclavos que realizaban todas las tareas del hogar por ellas (en la mayoría de los casos).

Ahora bien, se preguntarán ¿qué tiene que ver la filosofía y la contemplación con los videojuegos? La respuesta es: ¡Mucho! No solo es necesario aclarar que varios de nuestros desarrolladores favoritos se han inspirado en filósofos para desarrollar videojuegos (Ken Levine o Shigeru Miyamoto con el principito son algunos ejemplos) sino que la acción de jugar videojuegos nos convierte en una u otra forma en filósofos.

Inspiración del Principito

Me explico, si bien el entretenimiento digital interactivo en general parte de una visión más participativa que de una contemplativa, ambos procesos están yuxtapuestos bajo un mismo hilo conductor. Bastaría con recordar la forma en la que aprendemos a jugar cada nuevo juego que llega a nuestras manos para darnos cuenta que el proceso contemplativo inicia por entender y asimilar cómo controlaremos la vida de otra persona o personaje (en este respecto estaría muy en desacuerdo otra rama de la filosofía: la moral).

Sobre este respecto es que creo en los juegos como una forma de hacer filosofía, llegar al conocimiento de algo, no es solamente creer en que encontraremos las respuestas al ser, la existencia y demás paradojas metafísicas insondables, hacer filosofía es también contemplar un diseño de mecánicas, unos gráficos con estilo artístico, una historia imposible en otro medio o una música melancólica presta para hacernos sentir.

La filosofía en su concepción más exigua nos invita a la reflexión de lo conocido, los videojuegos en cierta medida lo hacen. No es solamente jugar en mundos imaginados, es tratar de trascender aquello antepuesto en nuestros ojos y aplicarlo a la vida real cuando compete, en más de una ocasión querido lector me he visto envuelto en dilemas que son de fácil solución si aprendemos como en los videojuegos a ejecutar las acciones correspondientes en el tiempo preciso.

La contemplación de la vida, exige no solamente conocimiento de la política, la economía y la religión (áreas por demás significativas dentro del campo de acción de la filosofía) sino también exige un pensamiento y replanteamiento lúdico de la forma en que actuamos. Los medios electrónicos entonces parten de una realidad (realidad real o realidad ficticia) para exponer un mundo que debe ser conocido, generalmente con una determinada intención, crítica o lúdica, para lo cual debemos asimilar conocimientos y ejecutarlos (estas últimas acciones más cercanas de la ciencia que de la filosofía).

La forma entonces en cómo jugamos tiene un parecido a la contemplativa visión del mundo que tiene la filosofía. Para ello podríamos tomar como ejemplo el relato de la Caverna de Platón que sin más nos presenta una cueva en donde un grupo de hombres fue recluido y encadenado, de repente a uno de ellos se le libera, pero la luz lo ciega y decide volver a la caverna, esto en una alegoría a lo que creía el filósofo de nuestro mundo de los sentidos y que llegar al mundo de las ideas (la verdad) nos cegaría.

El mito de la Caverna, toda una alegoría de los videojuegos.
Al respecto podemos identificar el mundo del videojuego como una especie de caverna en donde el jugador se substrae de la realidad para conocer otros mundo, que aunque no sean reales, convenientemente se acomodan a las necesidades del mismo para poder presentarle esferas de conocimiento distinto. Estas esferas son tan distintas como las plataformas de Mario o los pasillos de The Last of Us.


Al final querido lector, es importante recordar que la filosofía como ejercicio nos permite llegar a lugares metafísicos y atemporales, nos hace ilusionarnos o desilusionarnos a partir de hechos o sospechas de hechos. El amor por el conocimiento mueve al hombre desde la época helénica, el amor por la diversión nos mueve como jugadores, pero al final una y otra categoría no están separadas, sino unidas cual gamer al control.
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Moisés Mora - Politólogo. Apasionado de la música, el manga, los videojuegos y el séptimo arte. En su tiempo libre, disfruta de hacer mezclas, y escribir sobre sus pasiones en nuestra sección de Cultura y Videojuegos. 

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