Por Pablo Vargas | pvargas@revistalevelup.com.
Cuando Telltale Games anunció que haría su propia versión del Caballero Oscuro, las dudas eran inevitables. Después de la monumental saga de Rocksteady, ¿realmente había espacio para otra reinterpretación? Pero lo cierto es que Batman: A Telltale Series terminó demostrando que sí había lugar para un enfoque distinto, más íntimo, que no girara tanto alrededor de la acción, sino de la dualidad entre Bruce Wayne y su alter ego.
La gran virtud del juego fue atreverse a ensuciar el apellido Wayne. En lugar de presentar a Bruce como un millonario intocable, lo colocó en medio de una trama de corrupción que señalaba directamente a su familia, vinculándola con los negocios turbios de Falcone. Esa decisión narrativa no solo sorprendió a los fans, también sembró un precedente que más tarde veríamos reflejado en otros medios.
Asimismo, Troy Baker logró darle un aire fresco a Batman, diferenciándolo de lo que Kevin Conroy había hecho en la animación y los juegos de Arkham. A su lado, Laura Bailey como Catwoman y Enn Reitel como Alfred reforzaron esa sensación de intimidad y realismo. La historia ya no giraba tanto en torno a los villanos extravagantes, sino al tejido social de Gotham y a las heridas de un Bruce Wayne atrapado entre la luz pública y las sombras familiares.
Ese mismo enfoque terminaría llegando años después al cine, cuando The Batman de Matt Reeves exploró un Bruce joven, inexperto, obsesionado con la figura de su padre y con el peso de un apellido que no era tan limpio como siempre se creyó. Aunque el juego de Telltale no es la fuente directa, la similitud en el tratamiento del legado Wayne, la corrupción institucional y la caída del mito del héroe “intocable” es imposible de pasar por alto, dejando claro que la historia de Telltale iba por el camino correcto.
El paralelo se vuelve aún más claro con la forma en que ambos productos utilizan a personajes como Carmine Falcone. En Telltale Series, Falcone no es solo un mafioso más, es la bisagra que conecta a la familia Wayne con el lado oscuro de Gotham. Exactamente lo mismo ocurre en la película de Reeves, donde el villano se convierte en la pieza clave para entender la caída moral de Thomas Wayne y el dilema ético que arrastra a Bruce.
En lo visual, el juego también se adelantó al aire noir que más tarde veríamos en la gran pantalla. Telltale decidió alejarse del estilo fotorrealista y apostó por un look inspirado en la novela gráfica, con claras referencias a autores como Jim Lee o Neal Adams. Años después, The Batman recuperaría ese tono sombrío, sucio y casi detectivesco, como si Gotham fuera un personaje vivo, corrupto y decadente.
Lo interesante es cómo ambos, el juego y la película, entienden que Batman es más detective que superhéroe. Telltale introdujo su propio “modo detective”, permitiendo al jugador conectar pistas y reconstruir escenas de crimen. Reeves llevaría esa faceta al extremo, construyendo un thriller policial en el que Batman investiga pistas del Acertijo como si fuera un noir de los años 70. Dos visiones diferentes, pero con un mismo ADN narrativo.
Al final del camino, Batman: A Telltale Series fue más influyente de lo que parecía en su lanzamiento. No solo rescató la importancia de Bruce Wayne dentro del mito, sino que abrió la puerta a explorar la fragilidad del héroe y la herencia de su apellido. Que años más tarde una superproducción como The Batman retomara esas ideas habla del valor de la propuesta de Telltale, un estudio que se atrevió a mirar al Caballero Oscuro desde un ángulo nuevo y que, sin saberlo, marcó el camino para una de las adaptaciones más celebradas del personaje en el cine reciente.
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