Por Pablo Vargas | pvargas@revistalevelup.com.

Antes de Resident Evil, Dead Rising y mucho antes de que las hordas fueran tratadas con humor en Plants vs Zombies, existía un título que mezcló el terror con la comedia ligera y la acción desenfrenada. Corría 1993 cuando LucasArts, en colaboración con Konami, lanzó #ZombiesAteMyNeighbors, un juego que, con mecánicas sencillas pero un encanto innegable, marcó a toda una generación y dejó un legado que aún se siente en muchos desarrollos modernos.

Desde los primeros segundos, el jugador percibe que no está frente a un juego convencional. La música, con ese aire de película de serie B, lo transporta de inmediato a un mundo post-apocalíptico donde civiles despistados corren peligro constante. Con más de 50 niveles, cada uno ambientado en escenarios que van desde clichés de terror como asesinos con motosierras hasta invasiones alienígenas, la experiencia es tan variada como caótica.


El núcleo del juego es simple pero efectivo: rescatar a la mayor cantidad posible de vecinos antes de que sean devorados por monstruos. La tensión aumenta a medida que el jugador se entretiene demasiado explorando: los enemigos no esperan y, si tardas, los civiles se convierten en víctimas. Asimismo, el modo cooperativo es otro de sus grandes aciertos. Zeke y Julie deben trabajar juntos en cada mapa, disparando a zombis, vampiros, hombres lobo o cualquier criatura salida de un repertorio clásico de horror. Esta dinámica de colaboración hace que el juego sea todavía más disfrutable, sobre todo en una época donde compartir sofá era sinónimo de diversión garantizada.

Parte del atractivo del juego radica en su inventario de armas, con un arsenal tan absurdo como encantador. Desde la icónica pistola de agua (Squirt Gun) hasta objetos tan insólitos como latas de refresco o comida arrojadiza, el arsenal es tan cómico como efectivo. A esto se suman ítems como llaves para explorar zonas secretas, potenciando la rejugabilidad y el sentido de descubrimiento en cada nivel.


Y es que 'Zombies Ate My Neighbors' brillaba en su variedad de escenarios memorables; el suburbio estadounidense, centros comerciales, pirámides, castillos embrujados o jardines laberínticos: cada nivel es una carta de amor al cine de terror clásico y de serie B. Uno de los momentos más recordados es sin duda la persecución a manos de un asesino enmascarado armado con una motosierra, capaz de destrozar no solo a los protagonistas, sino también los muros del escenario, obligando al jugador a improvisar.

Al final del camino, su legado y relevancia no pasan de moda, como un eterno recordatorio de que la diversión no siempre necesita mecánicas complejas ni tramas elaboradas. Su simpleza es su mayor virtud, y es ahí donde reside su calidad atemporal. Muchos desarrolladores posteriores han retomado sus ideas, ya sea en tono, diseño de niveles o el concepto de hordas de enemigos absurdos que deben enfrentarse con ingenio. 


Y si bien nunca tuvo la popularidad de sagas como Resident Evil, su influencia es indiscutible y de la misma forma en que ocurre con Star Wars en el cine, títulos como este deben ser revisados con el prisma del tiempo, entendiendo las limitaciones técnicas de la época y admirando la creatividad de sus creadores, abriendo las puertas a nuevas generaciones hacia un pasado donde el diseño ingenioso y la diversión inmediata eran prioridad.

Porque en una industria donde a menudo nos dividimos por sagas, consolas o compañías, volver a juegos como este nos recuerda cuál debería ser siempre el verdadero propósito: complacer, unir… y de paso, matar algunos zombis.

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