Por Pablo Vargas | 
pvargas@revistalevelup.com.

Everybody’s Gone to the Rapture no es un juego tradicional de corre ni para disparar, es un relato interactivo que te envuelve en un apocalipsis silencioso, donde la acción cede su lugar a la contemplación y la narrativa. Desde el primer paso por las calles vacías de Yaughton, un pequeño pueblo inglés, sabes que estás ante algo especial: una experiencia que no quiere que la “juegues” en el sentido clásico, sino que la vivas y en el que la voz de Katherine Collins, la única superviviente conocida, se convierte en un faro melancólico que guía tu exploración.

La propuesta de The Chinese Room y Santa Monica Studio se apoya en mecánicas sencillas: caminar, interactuar con objetos y seguir ecos de luz que revelan fragmentos del pasado. No hay enemigos ni misiones que aceptar, solo la promesa de que cada rincón guarda un pedazo de verdad. A lo largo de seis zonas, cada una con su propio tono y personajes, vas armando un rompecabezas emocional donde ciencia, fe y tragedia se entrelazan.


Los personajes, aunque invisibles, cobran vida gracias a un trabajo de voces impecable. Desde Jeremy Wheeler, el párroco con su propia visión del desastre, hasta figuras más complejas como Stephen Appleton o Lizzie Graves, cada uno aporta una pieza única a la historia. La ausencia física de sus cuerpos contrasta con la fuerza de sus palabras, logrando que te importen más de lo que imaginabas.

La ambientación es hipnótica: un campo británico que combina la belleza serena de la campiña con la inquietud de un mundo vacío, sin dejar de lado que la música de Jessica Curry es el alma del juego; cada nota potencia la carga emocional de los descubrimientos, transformando escenas simples en momentos que se quedan contigo.


Claramente, no es un título para todos. Su ritmo pausado y la ausencia de retos mecánicos pueden alejar a quienes buscan acción inmediata. Sin embargo, para quienes aprecian la narrativa como motor de un videojuego, es una obra maestra que rivaliza con el mejor cine contemplativo.

Porque al final, Everybody’s Gone to the Rapture deja más preguntas que respuestas, y ahí radica su fuerza. Es una historia que no se agota al terminar, sino que te acompaña después, alimentada por las teorías y emociones que tú mismo proyectas a través de una experiencia para sentir más que para superar, para escuchar más que para actuar. 


Un poema apocalíptico en primera persona que demuestra que a veces, en los videojuegos, lo más poderoso es lo que no se ve.

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