Hablar de Cyberpunk: Edgerunners es hablar de una bala directa al corazón. En apenas diez episodios, la serie de Netflix ambientada en el mundo de Cyberpunk 2077 logra condensar lo mejor y lo peor de Night City: la belleza del neón, el vértigo de la ambición y el inevitable destino de quienes se atreven a soñar demasiado alto en un mundo construido para aplastarlos, donde más que un simple “spin-off” de Cyberpunk 2077, es una tragedia moderna disfrazada de animación futurista y una verdadera obra de arte.
La historia sigue a David Martínez, un chico de barrio bajo que carga con las expectativas de su madre: sobrevivir, estudiar, ascender en un sistema diseñado para mantenerlo abajo. Un accidente lo empuja a implantarse un ciberware ilegal y a entrar en el mundo de los edgerunners, mercenarios que viven al filo de la muerte y a partir de ahí, su vida se convierte en una carrera contra el destino.
Y es que lo que hace grande a Edgerunners no es la acción, aunque esta es frenética y brutal, ni siquiera el deslumbrante trabajo visual de Studio Trigger, sino la forma en que nos muestra la humanidad en medio de un entorno deshumanizante. Cada personaje, desde el coloso Maine hasta la hacker Rebecca, está construido con tal cuidado que su destino duele, incluso cuando lo ves venir desde lejos.
Sin dejar de lado que la relación entre David y Lucy es el núcleo emocional de la serie. No es un romance idealizado, sino una conexión frágil entre dos almas quebradas que intentan encontrar un respiro en un mundo donde todo está en venta. Lucy sueña con escapar a la Luna, David sueña con darle ese futuro. Y esa tensión entre el anhelo y la realidad se convierte en el motor que impulsa la narrativa hasta su devastador final.
Todo esto condensado en una serie que visualmente, es un espectáculo que combina la crudeza de la violencia con una estética vibrante y estilizada que captura la esencia del videojuego sin perder personalidad propia. Los combates son caóticos, saturados de colores, casi psicodélicos, pero siempre al servicio de la historia, nunca gratuitos. Cada secuencia de implantes, cada glitch, cada rastro de sangre en las calles refuerza la sensación de que Night City es tan viva como despiadada.
Y como cereza al pastel, su banda sonora. El uso de “I Really Want to Stay at Your House” en los momentos más íntimos es desgarrador, convirtiendo una canción pop electrónica en un símbolo de fragilidad y esperanza en medio del caos, pero ante todo, en una melodía que sin importante cuando o donde la escuches, te va a romper el corazón.
Al final del camino, Cyberpunk: Edgerunners es una obra maestra de la animación moderna, no porque sea perfecta, sino porque es honesta en su brutalidad. Habla de ambiciones rotas, de amor condenado y de la belleza efímera de luchar contra un mundo que nunca estuvo de tu lado y te rompe el corazón, cuando menos te lo esperas, dejando un vacío que no vas a llenar nunca.
¿Ya la viste o aún tienes el corazón intacto?
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