Por Pablo Vargas | pvargas@revistalevelup.com.
Child of Light es una propuesta singular dentro del catálogo de Ubisoft, un RPG con elementos de plataformas que nos sumerge en un cuento de hadas oscuro y melancólico. La historia sigue a Aurora, hija del duque de Austria, quien tras caer en un extraño sueño provocado por una enfermedad, despierta en Lemuria, un mundo mágico amenazado por la tiranía de Umbra, su madrastra y antagonista principal. La narrativa, sencilla pero efectiva, combina la inocencia de la niñez con la carga dramática de un destino incierto, creando una atmósfera única que atrapa desde los primeros minutos.
En este viaje, Aurora no estará sola. Muy pronto se le une Igniculus, una luciérnaga que no solo la acompaña en su travesía, sino que se convierte en un pilar del gameplay. Igniculus aporta tanto en la exploración —iluminando pasajes, activando mecanismos y resolviendo acertijos— como en el combate, donde puede retrasar enemigos o sanar aliados. Más adelante, otros personajes se suman a la compañía, cada uno con habilidades y personalidades distintas, lo que da variedad y frescura a las batallas.
Uno de los puntos más destacados del título es el diseño de Lemuria, un mundo fragmentado en múltiples áreas terrestres, subterráneas y aéreas que invitan constantemente a la exploración. Aurora, con su capacidad de volar, permite que recorrer estos escenarios se sienta natural y libre, reforzando el aire de fábula que impregna toda la obra. La sensación de aventura se combina con una mecánica de descubrimiento que premia la curiosidad del jugador con cofres, secretos y elementos coleccionables.
El apartado artístico merece mención especial. Creado con el motor UbiArt, también utilizado en Rayman Legends, el juego luce como una auténtica pintura en movimiento. Los escenarios parecen acuarelas vivientes y los personajes encajan perfectamente en esa estética onírica. Este estilo visual se complementa con una banda sonora atmosférica, delicada y emotiva, que acentúa tanto los momentos de calma como los de tensión, convirtiéndose en un elemento esencial de la experiencia.
En cuanto a progresión, Child of Light ofrece un sistema de recolección de objetos y joyas que amplía las posibilidades tácticas. Las pociones, cristales mágicos y gemas pueden mejorar las estadísticas de los personajes o ser combinadas para crear versiones más poderosas. Estas elecciones, junto con el árbol de habilidades de cada héroe, añaden una capa estratégica que invita a personalizar y adaptar el equipo según el estilo de juego de cada jugador.
El combate, por su parte, se distingue dentro del género. Basado en turnos, incorpora una barra de tiempo que marca cuándo un personaje puede actuar y en qué momento se ejecuta la acción. Esta dinámica obliga a pensar con precisión: un ataque interrumpido puede significar la derrota, mientras que un buen control del tiempo puede volcar la balanza a tu favor. Igniculus nuevamente se convierte en pieza clave, ya que permite ralentizar enemigos o dar soporte al equipo en momentos críticos.
Al final del camino, Child of Light es una obra que combina con maestría arte, música y jugabilidad para ofrecer una experiencia inmersiva y emotiva. No se limita a ser un RPG más, sino que apuesta por la poesía visual y la sencillez narrativa de un cuento clásico, sin dejar de lado la profundidad estratégica en combate. Con una duración aproximada de 12 horas y un precio accesible, es una propuesta recomendable para quienes buscan un juego que sea tanto un reto táctico como un viaje sensible y artístico.
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