
Por Pablo Vargas | pvargas@revistalevelup.com.
Stephen King ha escrito muchos libros inquietantes, pero pocos como El resplandor (1977), una historia que convirtió un hotel vacío en pleno invierno en uno de los escenarios más aterradores de la literatura. Lo interesante es que la idea de esta novela no vino del puro azar: nació en una noche real de aislamiento y tensión.
King y su esposa Tabitha se hospedaron en el Hotel Stanley, en Colorado, justo antes de que cerrara por temporada. Fueron los únicos huéspedes. Recorrieron los pasillos vacíos, cenaron solos en el comedor enorme, y pasaron la noche escuchando los ecos de un edificio que parecía observarlos. Esa noche, King soñó que su hijo corría por los pasillos del hotel, perseguido por una manguera contra incendios que cobraba vida. Se despertó sobresaltado… y supo que tenía una historia.
El resplandor no es solo una historia de fantasmas. Es una exploración de la locura, el aislamiento, y el miedo a uno mismo. Jack Torrance, un escritor frustrado que acepta cuidar el hotel Overlook durante el invierno, lentamente se va desmoronando bajo el peso de su alcoholismo, sus frustraciones… y las fuerzas siniestras que habitan el lugar. Su descenso a la locura es tanto psicológico como sobrenatural, y ese doble nivel hace que la novela sea aún más perturbadora.
Uno de los grandes aciertos del libro es su ambigüedad: ¿cuánto de lo que ocurre es causado por fantasmas reales y cuánto es producto de una mente en deterioro? La respuesta no es clara, y eso es parte del horror. Y es que el resplandor es mucho más que una historia de casas encantadas. Es una exploración intensa del deterioro mental, del aislamiento emocional y de cómo el verdadero horror puede surgir desde el interior de una persona. Jack, un hombre con un pasado violento, luchando contra su alcoholismo y su frustración creativa, no llega al hotel como una víctima inocente. Llega como alguien ya fracturado. El Overlook no lo rompe… lo revela.

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